Elegir una copla entre las coplas es una tarea difícil. De entre todas he elegido "La falsa moneda" de Ramón Perelló y Ródenas que junto con "la bien pagá" de la que también es autor forma un duo de las mas desgarrdoras historias de desamor masculino de la copla. Inicialmente popularizada por Imperio Argentina en los años treinta y dentro de las innumerables versiones que se han hecho de la cancion destaca la version de Carlos Cano, cantautor y poeta andaluz muerto prematuramente en 2000 y que ha hecho un enorme trabajo de recuperación y puesta al día de la copla española, hasta ese momento denostada por las connotaciones políticas de adhesión al régimen franquista que se apropió de ese caudal musical cuando una gran número de las mas populares de las coplas fueron compuestas y popularizadas antes y durante la guerra civil sufriendo un buen número de interpretes de la misma la represión y el exilio.
El trabajo de Carlos Cano, inequívocamente aliado del andalucismo y de la oposición al franquismo, fue fundamental para reivindicar la copla andaluza como autentica canción popular. Su camino luego ha sido seguido por un buen número de interpretes que han vuelto a colocar a la copla en le lugar que merece.
Aporto la letra de la canción, como ejemplo de poesía musical que, del mismo modo que ocurre con los boleros, puede redondear una historia con un contenido poético nada desdeñable.
Igualmente aporto el video de la versión de Carlos Cano, actual, y la grabación de Imperio Argentina como ejemplo de cómo fue concebida la obra originalmente.
Gitana, que tú serás
como la falsa monea,
que de mano en mano va,
y ninguno se la quea...
Que de mano en mano va,
y ninguno se la quea.
Cruzó los brazos
pa no matarla.
Cerró los ojos
pa no llorar.
Temió ser débil
y perdonarla,
y abrió la puerta
de par en par...
Vete, mujer mala.
Vete de mi vera.
Rueda lo mismito
que la maldición.
Que Undivé permita (1)
que el gaché que quieras, (2)
tus quereres pague
pague tus quereres,
con mala traición...
Gitana, que tú serás
como la falsa monea,
que de mano en mano va,
y ninguno se la quea...
Que de mano en mano va,
y ninguno se la quea.
Besó los negros
zarcillos finos (3)
que allí dejara
cuando se fue,
y aquellas trenzas
de pelo endrino, (4)
que, en otros tiempos,
cortó pa él.
Cuando se marchaba
no intentó mirarla,
ni lanzó un quejío,
ni le dijo adiós.
Entornó la puerta,
y, pa no llamarla,
se clavó las uñas,
se clavó las uñas
en el corazón...